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Plácido lo nombró Bélico, y ya lo llamó almacén general del comercio terrestre; ahora es un basurero. Foto: Daniela Hernández
Por Francisco Antonio Ramos García, José M. Dorta Suárez y Ángel Gabriel Carrazana Duardo
Las manifestaciones artísticas y culturales a través de la historia han servido como testigos de la lucha del hombre por dominar la naturaleza, no solo de su aspecto positivo, sino también del negativo. Así vemos cómo cavernas encontradas en actuales desiertos contienen pinturas rupestres que reflejan fértiles valles; la historia nos describe lugares exóticos y paradisíacos que al pasar el tiempo se han transformado en zonas infernales. En la actualidad al comparar fotografías con las de hace un siglo, resalta que donde existían muchos árboles no contamos con ninguno, ríos desaparecidos; lo mismo sucede con documentales, películas y videos.
Otra manifestación artística eminentemente ambientalista como es la poesía, también nos demuestra la depauperación del entorno natural. Santa Clara ha tenido el privilegio de poseer dones naturales que han contribuido a su belleza, la que ha sido cantada por innumerables poetas, entre estas bellezas tenemos nuestros dos riachuelos: el Cubanicay[1] y el Bélico[2]. Del primero ya a mediados del siglo pasado, ese gran cantor de la naturaleza cubana llamado el Cucalambé [Juan Cristóbal Nápoles Fajardo] decía:
Por la encantadora orilla
que riega el Cubanicay,
donde lindas flores hay
y el sol más hermoso brilla. [3]
Pero es sin duda el segundo, el Bélico, más adentrado en la ciudad, el que más ha inspirado a los poetas, tanto es así que hasta debe su nombre actual a un poeta: Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, el cual en su poesía dedicatoria titulada “El eco”, que iniciaba el cuaderno poético El Veguero, publicado en Santa Clara en 1841, y donde agradece a sus amigos villaclareños, sus colegas, en el primer periódico de nuestra ciudad El Eco, por las atenciones tenidas con él, expresa: “Del Bélico* a las orillas /más alegres que las gracias / felicitáis a la aurora / del abril en las mañanas”. [4]
El asterisco es una llamada a pie de página donde se lee:
* Bélico – El Arroyo que circunda esta Villa, que hoy puede llamarse almacén general del comercio terrestre, aún no tiene nombre, y como me creo tan autorizado como otro cualquiera para darle éste, atendiendo a que su orilla es un mineral de imán, y que en su márgen nacen laureles, símbolos el primero de la guerra y los segundos de la victoria.[5]
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Nótese cómo ya en esta época Plácido le llama almacén general del comercio terrestre, aunque la situación todavía no era tan caótica como la actual, ya que en años posteriores seguiría refrescando a los santaclareños en sus pozas de Puerto Escondido, Borroto, el Cantil, Borrotico y la Princesa, sacudiendo la musa de inspirados poetas.
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![Baños públicos en Santa Clara siglo xix.[6]](http://verbiclara.files.wordpress.com/2015/05/bac3b1os-publicos-en-el-rio.jpg?w=500&h=432)
Baños públicos en Santa Clara siglo xix.[6]
Detén tu curso, arroyuelo,
y llora un rato conmigo
que los dolores del alma
menores son compartidos. [7]
En la inauguración del Teatro La Caridad, en 1885, en la oda “Villaclareña”, dedicada a Marta Abreu, se le canta al río Bélico, pero también a la ambición moderna; está comenzando la etapa de lucha de la ciudad contra el Bélico (pronto aparecerán los lavaderos, la Planta Eléctrica, el matadero), aunque aún era imperceptible; no obstante nótese como ya el riachuelo corre, reza y suspira.
¿La Ciudad de Conyedo y de Mendoza
no rinde culto a la ambición moderna?…
tranquila y dulce su existencia mece
al rumor de las ondas
del Bélico, que corre temeroso
cortando el cauce en caprichoso giro;
y su murmullo triste y amoroso
ora es una oración, ora un suspiro. [8]
Un poco más tarde uno de nuestros más destacados poetas, Antonio Vidaurreta y Álvarez, al dedicar una poesía a Cárdenas en 1889, año del segundo centenario de Santa Clara, lo toma como un símbolo de la ciudad y lo califica de trovador, veamos a continuación:
Desde la alegre y apartada zona,
donde alza su frente enhiesto
el capiro feraz, que la engalana
con el rico matiz de su floresta:
Pie de un valle de verdes praderías
que enlazan dos arroyos bulliciosos
con tiernas ufanías.
Y pasan, como amantes trovadores,
abiertos en perennes armonías,
rizando espumas y besando flores.[9]
En esta época el nombre poético de Santa Clara era el de “la ciudad del Bélico”; prácticamente no existió un poeta tanto pilongo como foráneo que no le cantar al famoso Bélico. Otra composición de Vidaurreta titulada “Al Bélico” nos da una idea de su fama y la pureza de su entorno.
Si en tus ornadas márgenes de flores
canto más dulce resonar pudiera,
así como tus músicos rumores,
sensible trovador de la pradera.
……….
Aquí se alza mi patria en tu ribera
como una virgen casta que inocente,
coronada con flores bien pudiera
Leda bañarse en tu fugaz corriente. [10]
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La sirena del Bélico y el güije del Cubanicay.
Como se nota, el Bélico está en pleno esplendor poético y un hecho que lo demuestra fehacientemente es la publicación en una revista de la época de la pintura de una Sirena[11] (o la concepción que de ella se tenía, abril de 1894) que habitaba en una de sus pozas, la de la Princesa; en clara competencia con el güije[12] que habitaba la poza del Caney perteneciente al Cubanicay. Acompañaba al fotograbado una poesía, del cual extraemos el siguiente fragmento:
Yo soy la armoniosa lira
que en sus notas enajena
la que pinto en mis cantares
del Bélico las arencas.
el erguido Cerro Calvo
y del Capiro las bellezas.[13]
Después de esta época de esplendor, con el advenimiento del nuevo siglo, la ciudad se amplía, aumenta el comercio, comienza a desarrollarse la industria, se construye la Carretera Central. La mala planificación convierte las riberas del Bélico en basureros naturales, el deficiente sistema de alcantarillado lleva los desechos directamente al río y vemos cómo a mediados de los años 20 del pasado siglo esta situación se refleja en la obra del patriota y poeta Justiniano Pedraza, que en su poesía titulada “El Ex-Bélico” se lamenta:
No puedes estar tranquilo
ni de tu nombre orgulloso
porque ya vas siendo un hilo
sin nada de belicoso.
Ya se va extinguiendo en ti
cuanto hubo de bravío,
ya te vas quedando así
como parodia de un río.
—Bélico al ver extinguida
tu potencia torrencial
y que se va con tu vida
la fuerza de tu caudal. [14]
Como conclusión podemos plantear que el río Bélico ya no es el de los poetas, poco a poco se ha ido degradando y actualmente sigue siendo el almacén del comercio de la ciudad, aunque no tanto el almacén como el basurero o vertedero. Ya no es amigo de nadie, a no ser de los roedores, cucarachas y otros vectores de enfermedades. A nadie se le ocurriría bañarse en él, en sus riberas no crecen bellas flores, ni lo habitan “Sirenas” que empuñen la lira. Sigue siendo un símbolo, ya no tanto de la ciudad como de la degradación del medio, su tristeza ha aumentado y su cauce disminuido. Digno es reconocer que sigue haciendo honor a su nombre, pues se mantiene en perenne guerra contra todos, luchando por su subsistencia y esperando la victoria, que confiemos podamos darle en un futuro, aunque ahora ya no tenga quien le cante.
“El río de los poetas ya no tiene quien le cante”. Boletín Cultural Cartacuba No 13. Julio 2000. Grupo Guamo Santa Clara.
[1] El actual Cubanicay —antiguo del Monte— al despejarse el bosque que lo cubría se le llamó Del Tejar, por el primer tejar, que se situó en sus riberas. Posteriormente a principios del siglo xix se designó como Río del Buen Viaje, por pasar cerca de la antigua ermita de igual denominación. El nombre por el cual hoy lo conocemos se debe al poeta y periodista santaclareño Eligio Eulogio Capiró (1825-1859), quien lo hizo como derivación de Cubanacán, en memoria de la población aborigen que según se cree estuvo asentada en sus márgenes.
[2] El Bélico (De La Sabana), a su vez, al olvidarse su primitivo nombre recibió el de Río del Escambray, por tener su origen donde termina la cordillera de ese mismo nombre. Más tarde fue llamado Río del Puente, por el primero construido sobre sus aguas en la calle Santa Elena (Independencia). Otra de sus denominaciones fue Río de Las Piedras.
[3] Nápoles Fajardo, Juan Cristóbal. Rumores del Hórmigo, p. 147. Editora Latinoamericana SA, Lima, Perú,1960.
[4] García-Garófalo Mesa, Manuel. Plácido, poeta y mártir, p. 73. Ediciones Botas, México, 1938.
[5] Idem, p. 73.
[6] Agradecemos la fotografía a Rafael Pérez González.
[7] García-Garófalo Mesa, Manuel. Los poetas villaclareños, p. 58. La Habana, 1927.
[8] Homenaje de Villaclara a Marta Abreu de Estévez, p. 52. Imprenta “El Iris”. Santa Clara, 1895.
[9] García-Garófalo Mesa, Manuel. Los poetas villaclareños, p. 67. La Habana, 1927.
[10] Valdés, Juan E. El 15 de julio, p. 17. Quiñones Impresor. Villaclara, 1918.
[11] Ver: https://verbiclara.wordpress.com/2012/11/28/la-sirena-del-rio-belico/
[12] Ver:https://verbiclara.wordpress.com/2013/01/…/el-guije-del-caney-un-simbolo
[13] Semanario “El Mosaico”. Imprenta “El Iris”. Villaclara. 2. (16):4, abril 29 de 1894.
[14] García-Garófalo Mesa, Manuel. Los poetas villaclareños, p. 147. La Habana, 1927.
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